Siempre pensé que San Valentín era un día estúpido. Hace poco me di cuenta de que me equivocaba.
Todo comenzó cuando el chico más popular empezó a hablarme. Desde que se inició el curso no fui la chica más sociable ni popular, me limité a pasar desapercibida. La verdad es que nunca me fijé en nadie de clase ni pensé que iba a pasarme algo especial.
Cada vez que lo miraba me sonreía y yo le apartaba la mirada agachando la cabeza tímidamente. Desde entonces, para dejar de pensar en él, iba a un enorme lago que hay cerca de mi casa, escribía todo lo que se me pasaba por la cabeza en una piedra y la tiraba lo más lejos posible para que mis pensamientos se hundieran como la piedra.
El día de San Valentín cuando fui al lago me encontré una caja roja debajo de un árbol. Al abrirla vi todas las piedras que había tirado y me quedé sorprendida mirándolas. En ese momento miré al frente y lo vi ¡era él! Intenté esconder la caja pero con los nervios se me cayó al suelo. Cuando me agaché para recogerla él me pregunto: "¿por qué las tiras al lago?".
Al oírlo me levanté lentamente mirando al suelo. Él prosiguió diciéndome que él mismo las había recogido, le mire sonrojada preguntándole la razón. Entonces se acerco lentamente y nos fundimos en un largo, dulce y apasionado beso acompañado de pequeñas flores blancas que caían del árbol.
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