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sábado, 26 de febrero de 2011

Isabella...


Alejandro era el típico guaperas ligón de su grupo de amigos, contaba apenas con 19 años de edad, pero en cuestión de chicas nadie le ganaba, no había ninguna que se le resistiese. Una tarde, en el parque, pasó frente a él y sus amigos una chica guapísima, alta y esbelta: pelo castaño dorado, rizado, largo hasta la cintura, ojos enormes, verdes, labios carnosos y sonrosados. Nunca habían visto nada igual, había algo especial en ella. Decidieron hacer una apuesta a ver quién se la ligaba primero. Todos los intentos fueron en vano, excepto el de Alejandro, claro, que en tan sólo 15 minutos de conversación consiguió su saber su nombre y que le diera su número de movil. Le dijo que se llamaba Isabella, que tenía 18 años y que estudiaba 1.º año de universidad. Pero aquella vez fue distinta a todas las conquistas de Alejandro, esta vez sentía que se había enamorado de verdad. Para él Isabella era distinta a todas las demás, aparte de su incomparable belleza física, Isabella era dulce, pero a la vez sensual, inteligente, agradable… Para él era simplemente perfecta, y la atracción era mutua, ella supo ver más allá de aquel chico superficial y supo sacar de él su lado sensible y dulce. Pasaron varios meses, se hicieron novios y eran felices estando juntos. Iban al cine, paseaban por la playa, salían a cenar y a bailar, pero lo que más les gustaba hacer era contemplar la luna y las estrellas estando abrazados. En una de esas noches Isabella se quejó de que tenía un poco de frío, Alejandro le prestó su cazadora y le dijo que se la quedara por esa noche, que ya se la devolvería y se despidieron con un apasionado beso, un beso que Alejandro notó distinto a todos los demás, le pareció más intenso, como si fuese una especie de despedida para siempre, pero decidió no darle demasiada importancia. Pero desde esa noche todo cambió, Alejandro no volvió a tener noticias suyas, su móvil siempre estaba apagado y no la veía por ninguna parte. Así que decidió ir a su casa, en la que nunca había estado porque Isabella siempre prefería quedar en algún sitio. Llamó y le abrió una anciana: –Perdone, buscaba a Isabella, ¿está? –Estaba –contestó la anciana. –No comprendo –dijo él. –Era mi hija, murió hace 21 años, joven, debe de estar confundido. Alejandro no daba crédito a lo que oía. –Lo único que nos queda de ella –continuó la anciana– es esta chaqueta, perteneció a su novio, al que amaba con locura, pero a la pobre no le dio tiempo a devolvérsela, mi pobre niña. Alejandro huyó como loco y fue hasta el cementerio. Allí comprobó la verdad, Isabella había muerto hacía 21 años, a la edad de 18, Allí estaba su foto, era ella sin duda alguna. Cuentan que Alejandro perdió la razón en ese momento y que terminó sus días en un psiquiátrico. Hay quien dice que de vez en cuando lo visitaba una chica durante horas y horas, su nombre era… Isabella. Fin

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